De un corte decidido, las tijeras diseccionaron la arteria que le permitía vivir.
Sin remordimientos, cogió la parte que todavía se veía rosada y con vida y la trasladó hasta donde aguardaban, tumbadas, las otras once.
Todas presentaban el mismo aspecto, todas parecían vivas y hermosas, pero él sabía que sólo era un espejismo.
Pronto perderían su belleza y su encanto.
Aún así, el ramo le había quedado precioso
1 comentario:
Bueno Victor, pues como siempre: me alegra leer algo tuyo para variar. A ver si nos animamos mas, tío que tenías este blog con telarañas y todo...
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