domingo, septiembre 03, 2006

EL ALMACÉN


El teléfono sonó justo cuando llegó a casa.

Se había tirado diez horas encerrado en la fábrica, haciendo que la sección funcionara, y no tenía ganas de continuar con los problemas. El trabajo de encargado tenía sus momentos buenos, pero desde luego, las obligaciones podían venir cuando menos las esperabas.

Suspiró y descolgó. A ver qué pasaba ahora.

-¿Sí?, preguntó al pequeño teléfono, esperando todavía que alguien se hubiera equivocado de número.

-¿Toni?- Dijo alguien al otro lado. No se habían equivocado.

  • Dime, Carlos, dime.

  • Mira, es que he salido al almacén a dejar un palet, en mitad de un pasillo, porque no hay sitio...

  • Ya, lo se. No podemos hacer nada con eso, al menos, hasta que terminen el nuevo centro logístico.Entonces ya tendremos sitio de sobra...

  • No, si ya lo se. El caso es que al entrar en el pasillo, se ha caído una fila de las que estaban por detrás, de cuatro palets de altura, y me ha tapado el camino. No puedo salir por allí.

“Genial”, pensó Toni. “Otro desastre para limpiar mañana, y otro marrón que comernos ante gerencia por roturas...”

  • Sal por el otro lado, y mañana ya lo limpiarán. Deja los palets por el otro lado...

  • Esa es la cosa. Por el otro lado está cerrado también. Hay como tres filas en mitad del pasillo y no se puede pasar. Estoy encerrado en el pasillo... con el torito.

“Fantástico”. Más lios...

  • Bueno, baja del torito y sal andando, con la llave. Deja ese ahí, y coge otro...

  • El caso es que no puedo salir. Estoy encerrado, pero encerrado. ¿Podrías enviar a alguien a mover algunos palets para que pueda salir? No es cuestión de que me caiga o me corte con los azulejos al intentar salir...

  • Sí, claro, no te hagas daño, encima...

  • Bueno, pues espero un rato, a ver si vienen.

  • Vale, voy a ver...

Colgó y marcó el número del hornero.

  • ¿Sí, quien es?

  • Marcos, soy Toni. Dice Carlos que se ha quedado encerrado en un pasillo del almacén, porque se le han caído unos palets y le cierran la salida.

  • Ah, pues no sé nada...

  • Mira a ver si te puedes acercar y ver si entre los dos podeis hacer un hueco para que salga con el torito, o al menos, que salga él andando.

  • Vale, ¿dónde está?

  • Hombre, pues en el almacén...

  • Ya, pero ¿en el A o en B?

  • Er... pregunta a Sandra, que ella sabrá donde están sacando el material.

  • Vale. Miro y te digo algo.

  • Venga, hasta ahora.

Toni suspiró y marcó el número de Carlos. Sonó cinco veces, y finalmente, se puso el contestador.

“Que raro”, se dijo. “se le habrá caído, o lo tendrá en el bolsillo y no lo habrá escuchado”.

Cerró el coche con llave, y llegó hasta la puerta del bloque de pisos. No tenía ganas más que de meterse bajo la ducha, cenar algo rápido y salir a tomar una cerveza. Con un poco de suerte, en una horita estaría en el pub, charlando con Luis y Carmen.

No había llegado al ascensor, cuando volvió a sonar el teléfono.

Era Carlos.

  • ¿Si, Carlos?

  • Toni, que si has llamado a alguien...

  • Sí, sí, he hablado con Marcos y se acercará a ayudarte. Retirais lo que podeis y mañana ya se limpia...

  • Vale, entonces, espero a que venga.

  • Ah, te he llamado, y no me lo cogías...

  • Pues no lo he escuchado... Que raro.

  • Bueno, da igual. En un momento, irá Marcos y sales de ahí. Si hay algún problema, me llamais.

  • Vale, espero entonces...

Subió hasta su piso, y entró.

El calor de agosto había caldeado la vivienda, y al no haber ventilado el piso en todo el día, el ambiente era sofocante.

Abrió las ventanas del salón, y se fue hacia la ducha.

No se había quitado la camiseta, cuando volvió a sonar el teléfono... No tendría mucha paz esa noche...

Era Marcos.

  • ¿Toni?

  • Dime, Marcos.

  • Sandra dice que no sabe en qué almacén lo está sacando Carlos. Han tenido algo de jaleo esta tarde y no se ha podido acercar allí.

  • Vaya...

  • Además, pregunta si querías algo, porque has llamado antes...

  • No, no. He llamado a Carlos, pero no lo ha cogido. Mira a ver si está en el B, que es donde lo dejaban esta mañana...

  • Ah, vale, entonces voy a ver...

  • Bueno, ya me cuentas.

  • Hasta luego.

Suspiró otra vez. ¿Por qué las cosas raras pasaban siempre a estas horas? Si hubiera sido hacía sólo dos horas, estarían todos allí y en un momento, todo resuelto.

Se metió en la ducha y agradeció el chorro de agua templada que le quitó el sudor, la pesadez y el cansancio de encima.

De todas maneras, se sentía intranquilo. Tenía la sensación de que algo no iba bien. No podía precisar qué era exactamente, pero algo de la conversación con Marcos le había dejado inquieto.

Le molestaba más la sensación de no saber qué era, que lo que podía ser.

Acabó de vestirse para cenar, cuando sonó el teléfono.

  • ¿Toni? Soy Carlos.

  • Sí, Carlos. Oye, ¿en qué almacén estás?

  • ¿Cómo dices?

  • Que en qué almacén estás, para que vaya Marcos. O ¿ya ha ido por ahí?

  • No, que va. Aquí estoy, esperando. He intentado salir entre dos filas de palets, pero cualquiera se atreve a meterse por ahí...

  • No, mejor no. Espera a Marcos y no te muevas.

  • Vale, pero que se de prisa, que se está poniendo oscuro.

  • Hombre, están los focos...

  • Ya, pero no parece que funcionen muy bien. Esto se está poniendo oscuro.

  • Bueno, ahora se acerca Marcos y te ayuda.

  • Vale. Espero, entonces.

La línea enmudeció de repente. “La batería”, conjeturó. Eso explicaba que no hubiera sonado antes.

“Mierda, no me ha dicho el almacén donde está”.

Llamó al teléfono de Carlos, esperando que al menos, se diera cuenta de que llamaba y la batería aguantara un poco más.

Nada, volvió a saltar el contestador.

Al colgar él, llamó Marcos.

  • ¿Sí?

  • Toni, soy Marcos. He salido al almacén B, pero no veo nada raro...

  • ¿No hay ninguna fila en el suelo?

  • Bueno, hay pasillos cerrados. No veo lo que hay detrás. ¿Dónde está Carlos?

  • Pues acabo de hablar con él, y no me lo ha podido decir. Se le ha acabado la batería a su móvil.

  • Ah... como le has llamado, era por si habías podido hablar con él...

  • Sí, pero no ha podido decírmelo.A lo mejor está por el otro lado. Ayer entraban por el otro lado. Seguro que está por el otro lado.

  • Voy a mirar, pues. Sandra está aquí también, iremos los dos juntos.

  • Vale, me llamais con lo haya.

La sensación de que algo no iba bien crecía en una parte de su cerebro, pero la descartó, pensando que se debía a lo extraño da la situación.

Fue hasta la cocina y se abrió una barra de pan. Se hizo lo que su hermano llamaba “energía de combate”, bien cargadito para aguantar una noche de copas, que para eso era viernes.

Con un poco de suerte, una vez resuelto esto, no le molestarían en todo el fin de semana. Por la mañana iría a la fábrica, vería el desastre, que ya habrían recogido en parte los de la limpieza, y buscaría un sitio seguro para el resto de palets.

Al coger el bocadillo, ya con la boca abierta, se vió interrumpido por la cancioncilla del teléfono.

  • Carlos...

  • Sí... Oye, Toni, no es por molestar, en serio, pero esto se está poniendo oscuro, y va a ser chungo vernos bien para salir de aquí.

  • Ya van para allá Marcos y Sandra. Tú estás bien, ¿no?

  • Sí, estoy bien, pero llevo aquí como media hora y no veo movimiento...

  • Ah, ¿estás en el almacén B?

  • Sí, claro, pero por la parte de atrás.

  • ¿Cerca de la puerta de los camiones?

  • No, más al fondo...

  • Vale, ahora se lo digo a Marcos y te llamo.

  • Bueno, pero que no tarden.

  • Tranquilo, que ya van.

  • Hasta ahora.

  • Adiós.

Marcó la rellamada a Marcos.

  • Marcos, soy Toni.

  • Dime.

  • Está en uno de los pasillos del B, entrando por detrás, por la parte de la puerta de los camiones.

  • Vale, vamos para allá.

  • Oye, ¿están rotos los focos?

  • ¿Los focos? No, que va... están todos en marcha. Hay mucha luz.

  • Es que dice que se está haciendo oscuro...

  • Pues no sé, aquí hay luz.

  • Vale, acercaros y mirad. Si está muy complicado, ya veremos como lo resolvemos.

  • Bueno. A ver qué ha pasado...

  • Venga, hasta ahora.

Volvió a llamar a Carlos.

  • Dime, Toni.

La voz que sonaba no era la de Carlos. Era de una chica. De Sandra. Buena señal.

  • Oh, Sandra. Nada, era para ver como estaba el tema...

  • Todavía no hemos llegado. No tardaremos. Llevo el movil de Carlos porque se lo había dejado, y como habías llamado, por si querías hablar con él.

  • Vale, vale... De todas maneras, ya me llama él. Aunque tiene la batería algo descargada, y se corta.

  • Ajá. En cuanto le encontremos, le daré el móvil para que te llame.

  • Venga, ya me decís.

  • Hasta ahora.

Al cortar, sintió que se le escapaba algo. Esta vez, no era una sensación. Casi podía ver una sombra vagando ante sus ojos, susurrándole algo...

Algo que no encajaba... algo que no estaba bien...

El sonido del teléfono le sacó de sus pensamientos.

  • ¿Sí?

  • Hola. ¿Viene ya Marcos o no?

  • Sí, sí, está al llegar.

  • Eso espero, que esto se está poniendo muy oscuro. No veas como acojona estar aquí. Parece que se va a caer todo...

  • Pero, ¿no hay luz?

  • Sí, algo. Sobre todo al fondo, pero no llega bien hasta aquí. Muchos palets apilados, supongo.

  • Ah, vale. Oye, te llevan el móvil, cuando estés fuera, llamais, para saber que ya está todo bien. Los palets lo dejais en otro sitio, que mañana les buscamos un hueco.

  • Vale. Ah, mira, creo que ya los oigo. Vienen unos cuantos...

  • Sí, va Sandra también.

  • ¿Sandra? Pues parece un tío... En fin, oye, que tengo que irme. Ya te llamo.

  • Vale, hasta ahora.

Se abrió la cerveza y tomó un largo trago, frío, renovador... cuando una idea le surcó la mente.

El teléfono. ¿Cómo había llamado Carlos si el teléfono lo tenía Sandra? Eso era lo que le molestaba...

Marcos llamó entonces.

  • Toni. Estamos frente a la fila que se ha caído. Menudo desastre...

  • Vale. ¿Está ahí Carlos?

  • Se ve la luz del torito... pero... a él no lo vemos.

Un grito de mujer, amortiguado por la distancia, llegó hasta sus oídos.

  • ¡Joder!

Esa era la voz de Marcos...

  • ¡¿Qué pasa?! ¡Marcos!

  • Toni, tío...

El sollozo de Sandra sonaba de fondo, entrecortado sólo por un “No, no, no...”

  • ¡¿Qué pasa Marcos?!

  • Toni...

  • ¡¡¿Qué?!!!

  • Carlos... está debajo de los palets...

Un sudor frío recorrió la espalda de Toni, mientras la voz de Marcos comenzaba a convertirse en un lloro...

  • ¡¡No se mueve!!

Se quedó inmovil. El bocadillo, la cerveza, la tele, que estaba encendida frente a él, dejaron de tener sentido, mientras intentaba poner algo de sentido a todo esto...

Entonces, se cortó la llamada.

Volvió a sonar, y esta vez, era Carlos.

  • ¿Sí?

Aunque no quiso, el “Sí” sonó tembloroso, sin fuerza.

  • Oye, que ya estoy listo. Han venido a buscarme. Me voy, ya te llamo luego, si eso.

  • Sí, sí...

No podía articular ninguna palabra más. Aunque tenía que ser una broma. No podía ser real.

  • Te dejo, que estos tienen prisa. Un saludo.

Desde el otro lado, la llamada se cortó.


3 comentarios:

SPaNKeR dijo...

q historia mas wena , se keda asi un poco el final cn un regustillo amargo, pero mola :D

www.lacoctelera.com/tengoganasde

te comento desde el blog d mi novio pq no permites comentarios anonimos :)

Víctor Alós dijo...

Vaya, pues no había caído en ese detalle...

En cuanto tenga un momento lo arreglo.

Un saludín

Anónimo dijo...

Vaya, este si que es un relato chachi victor, vamos superandonos... he he he

Un saludo, me alegro. Acabo de zamparme el bocata del almuerzo mientras devoraba la primera historia tuya que me he leído de un tirón... y eso que me has pasado muchas.

Enhorabuena, ¡queremos mas!