Después de tantos años, por fín llegó el día.
Antonio llevaba tres años esperándolo, ansioso. Hoy era el día en que se retiraba, en que dejaba a la familia que le había acompañado tantos años de trabajo.
Ahora, debía cumplir con la tradición, y transmitir a su sustituto toda la experiencia, el saber hacer que había acumulado en cuarenta y cinco años al cargo de la portería, igual que Agripino hizo con él..
Deseaba que el joven que le iba a relevar continuara con su labor, barriendo la escalera, bajando las bolsas de la basura, subiendo a los vecinos el correo todas las mañanas... Y todo por un sueldo de pena. Pero, así era la vida que habían elegido, al fín y al cabo.
Con una sonrisa triste, amagó una lágrima y comiendo un trozo de pastel, salió por el portal, sólo, sin mirar al ojo electrónico del plateado artefacto que habían instalado en el zaguán.
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