8. El baño
El rastro que llevaba hasta la
bañera ya había sido contaminado en parte por mi primera revisión, así que no
me molesté demasiado en ser cuidadoso. En ocasiones, hay que ser proactivo para
conseguir alguna respuesta que no puede esperar.
Ya me apañaría con Doc cuando
viera el estropicio.
Veamos.
La sangre llevaba hasta la
bañera. Un largo camino con la chica a cuestas. Mucha sangre. Se ha debido
ensuciar mucho.
La sangre de la bañera es muy
oscura, densa. Si se trata de sangre mezclada con agua, debería ser más clara.
Eso, o hay más de la que esperaba en un primer momento.
Sin embargo, había muchas salpicaduras en las paredes.
El cabrón que había hecho esto no
se había cortado. Posiblemente le había golpeado en la cama hasta dejarla sin
sentido. Le había cortado en los brazos y el tronco, y luego la había traído
hasta aquí para rematarla.
La pobre criatura tenía el cuello
cercenado y todavía manaba algo de su líquido vital a través de la espantosa
herida que semejaba una segunda boca.
Con cuidado de no dejar más
rastros, me fijé en el suelo del baño.
Sí, junto a la bañera había dos
huellas. No eran muy visibles, pero se notaba que alguien había estado, con
botas, quieto frente a la bañera. Alguien que había aguantado el tipo mientras
asesinaba de manera atroz a la pobre muchacha.
Deseché la imagen de mi mente y
continué con la inspección.
El inodoro también estaba lleno
de sangre. Salpicaduras. Pero también se veían, claramente, marcas de dedos.
Como si hubiera limpiado parte del mismo o se hubiera apoyado en él.
Todo el mundo tenemos
necesidades. Hasta los asesinos.
Me fijé en los espejos que había
en la pared.
A alguien le había parecido una
gran idea poner espejos ahí. Los hombres nos emocionamos mucho cuando vemos
nuestro reflejo al orinar, desde luego. Era algo que no conseguía imaginar en
la cabeza del diseñador o diseñadores del Marlowe.
Siempre creí, en mi fuero interno,
que ahí había cámaras.
Existían modelos que podían estar en los techos o en
las paredes y pasar desapercibidas, pero en un lugar como el Marlowe, uno se
imagina juegos de espejos falsos y cámaras detrás de ellos.
Y la sorpresa…
Las marcas de dedos manchaban los
bordes de los espejos. Alguien los había apartado y vuelto a colocar.
No podía esperar a que llegaran
Doc y Ferrán. Tenía que averiguar si habían accedido a la habitación desde ahí.
El espejo no parecía suelto, pero
aún así, estaba convencido de que había sido quitado y vuelto a colocar. Mi
intuición.
No cedía, pero insistí moviéndolo
hacia adelante y atrás, intentando que se moviera de alguna manera. Fue inútil.
Estaba estropeando las posibles
pistas que había en el baño, y no conseguía ningún resultado. Doc se enfadaría
y haría llegar a Salamanca un informe acerca del asunto, que seguramente me
supondría alguna reprimenda. O no, vete a saber. Tampoco es que me importara
demasiado. En este trabajo valían los resultados, y por ahora de esos tenía
muchos positivos.
Suspiré y volví la vista hacia la
pobre chica degollada. ¿Por qué la había matado y dejado en la bañera.
Realmente, no tenía sentido. Podía haberla dejado en la cama tranquilamente,
porque no pretendía pasar desapercibido, ni limpiar el desastre después. Algo
quería decir eso, pero maldito era si sabía qué era exactamente.