viernes, octubre 24, 2014

HOTEL MARLOWE (Capítulo Ocho)


8. El baño

El rastro que llevaba hasta la bañera ya había sido contaminado en parte por mi primera revisión, así que no me molesté demasiado en ser cuidadoso. En ocasiones, hay que ser proactivo para conseguir alguna respuesta que no puede esperar.
Ya me apañaría con Doc cuando viera el estropicio.
Veamos.
La sangre llevaba hasta la bañera. Un largo camino con la chica a cuestas. Mucha sangre. Se ha debido ensuciar mucho.
La sangre de la bañera es muy oscura, densa. Si se trata de sangre mezclada con agua, debería ser más clara. Eso, o hay más de la que esperaba en un primer momento.
Sin embargo, había muchas salpicaduras en las paredes.
El cabrón que había hecho esto no se había cortado. Posiblemente le había golpeado en la cama hasta dejarla sin sentido. Le había cortado en los brazos y el tronco, y luego la había traído hasta aquí para rematarla.
La pobre criatura tenía el cuello cercenado y todavía manaba algo de su líquido vital a través de la espantosa herida que semejaba una segunda boca.
Con cuidado de no dejar más rastros, me fijé en el suelo del baño.
Sí, junto a la bañera había dos huellas. No eran muy visibles, pero se notaba que alguien había estado, con botas, quieto frente a la bañera. Alguien que había aguantado el tipo mientras asesinaba de manera atroz a la pobre muchacha.
Deseché la imagen de mi mente y continué con la inspección.
El inodoro también estaba lleno de sangre. Salpicaduras. Pero también se veían, claramente, marcas de dedos. Como si hubiera limpiado parte del mismo o se hubiera apoyado en él.
Todo el mundo tenemos necesidades. Hasta los asesinos.
Me fijé en los espejos que había en la pared.
A alguien le había parecido una gran idea poner espejos ahí. Los hombres nos emocionamos mucho cuando vemos nuestro reflejo al orinar, desde luego. Era algo que no conseguía imaginar en la cabeza del diseñador o diseñadores del Marlowe.
Siempre creí, en mi fuero interno, que ahí había cámaras.
Existían  modelos que podían estar en los techos o en las paredes y pasar desapercibidas, pero en un lugar como el Marlowe, uno se imagina juegos de espejos falsos y cámaras detrás de ellos.
Y la sorpresa…
Las marcas de dedos manchaban los bordes de los espejos. Alguien los había apartado y vuelto a colocar.
No podía esperar a que llegaran Doc y Ferrán. Tenía que averiguar si habían accedido a la habitación desde ahí.
El espejo no parecía suelto, pero aún así, estaba convencido de que había sido quitado y vuelto a colocar. Mi intuición.
No cedía, pero insistí moviéndolo hacia adelante y atrás, intentando que se moviera de alguna manera. Fue inútil.
Estaba estropeando las posibles pistas que había en el baño, y no conseguía ningún resultado. Doc se enfadaría y haría llegar a Salamanca un informe acerca del asunto, que seguramente me supondría alguna reprimenda. O no, vete a saber. Tampoco es que me importara demasiado. En este trabajo valían los resultados, y por ahora de esos tenía muchos positivos.

Suspiré y volví la vista hacia la pobre chica degollada. ¿Por qué la había matado y dejado en la bañera. Realmente, no tenía sentido. Podía haberla dejado en la cama tranquilamente, porque no pretendía pasar desapercibido, ni limpiar el desastre después. Algo quería decir eso, pero maldito era si sabía qué era exactamente.

viernes, octubre 10, 2014

HOTEL MARLOWE (Capítulo siete)


La muchacha se quitó el ligero vestido que llevaba puesto. Lo hizo con elegancia y sin perder la compostura, cosa que sorprendió a su entrajado acompañante. Su desnudez hizo que él se pusiera más nervioso todavía, y tragó saliva.
Asió con más fuerza el maletín, como si fuera el ancla que le permitiría salir de allí y volver a la carrera huyendo del que estaba en la otra habitación.
Tras catar por primera vez los labios de la chica, había tomado la precaución de cerrar la boca y dejar de respirar en cada beso. El poso quedaba en sus labios, pero evitaba tragar toda la droga que ella le introducía con cada uno de sus apasionados contactos.
— ¿No te gusta lo que ves, corazón? – Su voz, sensual, parecía incrementar el efecto de la droga, así que tomó la determinación de actuar antes de caer bajo su influjo.
— Sí… Er… Sí, claro. Eres… Preciosa. Pero… Déjame que entre en el baño… Ponte cómoda, que vuelvo enseguida.
— Claro, cielo, claro… — Pasó su mano por su mentón, y se fue, contoneando sus caderas, hasta la cama que flotaba en el centro de la habitación.
El entrajado entró en el baño y descubrió un pañuelo de tela, junto a unos arcaicos enseres de afeitado. Hacía años que no utilizaba una de esas cuchillas, pero no podía parar a contemplar las excentricidades del servicio de cortesía del hotel. Cogió el pañuelo y se limpió la boca con brusquedad, buscando eliminar cualquier rastro del psicotrópico.
Se lavó la cara, frotando otra vez los labios y se atrevió a hacer gárgaras.
Fuera, Shantia, miraba la puerta con una sonrisa de satisfacción. Parecía que el tipo llevaba dinero y no parecía muy lanzado, así que tendría que esforzarse un poco más. Cogió el pastillero que llevaba en el cinturón, que descansaba en el suelo, y se embadurnó los labios con un poco más de Ceniza de Sal.
Caería, vaya si caería, el amigo del maletín…
Este seguía en el baño, nervioso. No sabía qué hacer. Pensaba en salir corriendo, abrir la puerta y lanzarse escaleras abajo. Solo era un piso y podría estar en la calle en apenas unos segundos.
Luego volvería sobre sus pasos y se perdería de nuevo entre la gente que ocupaba la zona de juegos. Estaría fuera del alcance de su perseguidor en unos minutos.
Tomó aire, pero notó como le sobrevenía un pequeño mareo.
Obviamente, algo de la droga había entrado en su organismo y con la agitación, estaba actuando de manera más rápida.
Intentó normalizar su respiración, y se apoyó en la pared. Se lavó de nuevo la cara, y buscó un lugar donde sentarse. El inodoro le pareció un buen sitio.