sábado, septiembre 20, 2014

HOTEL MARLOWE (Capítulo seis)


La muchacha se quitó el ligero vestido que llevaba puesto. Lo hizo con elegancia y sin perder la compostura, cosa que sorprendió a su entrajado acompañante. Su desnudez hizo que él se pusiera más nervioso todavía, y tragó saliva.
Asió con más fuerza el maletín, como si fuera el ancla que le permitiría salir de allí y volver a la carrera huyendo del que estaba en la otra habitación.
Tras catar por primera vez los labios de la chica, había tomado la precaución de cerrar la boca y dejar de respirar en cada beso. El poso quedaba en sus labios, pero evitaba tragar toda la droga que ella le introducía con cada uno de sus apasionados contactos.
— ¿No te gusta lo que ves, corazón? – Su voz, sensual, parecía incrementar el efecto de la droga, así que tomó la determinación de actuar antes de caer bajo su influjo.
— Sí… Er… Sí, claro. Eres… Preciosa. Pero… Déjame que entre en el baño… Ponte cómoda, que vuelvo enseguida.
— Claro, cielo, claro… — Pasó su mano por su mentón, y se fue, contoneando sus caderas, hasta la cama que flotaba en el centro de la habitación.
El entrajado entró en el baño y descubrió un pañuelo de tela, junto a unos arcaicos enseres de afeitado. Hacía años que no utilizaba una de esas cuchillas, pero no podía parar a contemplar las excentricidades del servicio de cortesía del hotel. Cogió el pañuelo y se limpió la boca con brusquedad, buscando eliminar cualquier rastro del psicotrópico.
Se lavó la cara, frotando otra vez los labios y se atrevió a hacer gárgaras.
Fuera, Shantia, miraba la puerta con una sonrisa de satisfacción. Parecía que el tipo llevaba dinero y no parecía muy lanzado, así que tendría que esforzarse un poco más. Cogió el pastillero que llevaba en el cinturón, que descansaba en el suelo, y se embadurnó los labios con un poco más de Ceniza de Sal.
Caería, vaya si caería, el amigo del maletín…
Este seguía en el baño, nervioso. No sabía qué hacer. Pensaba en salir corriendo, abrir la puerta y lanzarse escaleras abajo. Solo era un piso y podría estar en la calle en apenas unos segundos.
Luego volvería sobre sus pasos y se perdería de nuevo entre la gente que ocupaba la zona de juegos. Estaría fuera del alcance de su perseguidor en unos minutos.
Tomó aire, pero notó como le sobrevenía un pequeño mareo.
Obviamente, algo de la droga había entrado en su organismo y con la agitación, estaba actuando de manera más rápida.
Intentó normalizar su respiración, y se apoyó en la pared. Se lavó de nuevo la cara, y buscó un lugar donde sentarse. El inodoro le pareció un buen lugar



viernes, septiembre 12, 2014

HOTEL MARLOWE (Capítulo Cinco)


Quba no se sorprendió con lo que se encontró en la habitación 105. No tenía más de 19 años, pero ya había visto más de lo que muchos habrían considerado permisible para mantener la cordura.
Le indiqué con la mano que se mantuviera en un rincón. Lo que necesitaba de ella tenía que esperar hasta que encontrara algo que sabía que no podía estar muy lejos.
Me tumbé en el suelo, justo en el límite de las manchas de sangre, procurando no tocar nada. Lo que buscaba estaba junto a la cama, en el suelo.
Si quería cogerlo, debía pasar sobre la sangre, evitando contaminar las pruebas y hacerlo rápidamente. Yo no podía hacerlo, pero Quba sí. Bastó una señal para que saltara como un resorte, moviéndose como si fuera una brisa, una hoja mecida por el viento. Ligera, rápida. Y llegada el caso, mortal.
En unos segundos, sin saber muy bien cómo lo hizo, depositó el trozo de tela en la bolsa que yo sujetaba.
Lo comprobé a contraluz. Era un trozo de pañuelo de tela. Algo extraño, pero que sabía que estaría por allí. En el Marlowe dejaban uno de cortesía junto a los elementos masculinos. Maquinillas de afeitar y esas cosas. A los dueños les gustaban estos detalles. Daban prestigio al lugar.
Y ayudaban cuando se producían cortes.
Supuse que por mucho cuidado que hubiera tenido el asesino, se habría manchado, aunque fuera un poco. Era lógico que utilizara el pañuelo para limpiarse.
O tuve suerte, que también podría ser.
Esperaba que Doc pudiera conseguir muestras de la epidermis del bestia que hizo esto.
Pero esto no solucionaba el gran problema. ¿Era el asesino que había provocado este estropicio el que había matado a Shantia y a su cliente? Y si lo era… ¿Cómo lo había hecho?
Me arrodillé, de nuevo en el límite de la sangre, y miré a mi alrededor. Había algo que se me escapaba.
Quba se dio cuenta, y se situó, silenciosa, a mi lado. La vi balancear su cabeza, como hacía siempre que se concentraba en algo. Su mano tocó mi brazo, mientras señalaba el reguero de sangre que llevaba hasta el lavabo.
Afiné la vista, pero al principio ni vi nada. Necesité que ella saltara hacia la pared donde señalaba, tocando el suelo apenas con los dedos de los pies y marcando con un gesto el lugar adecuado.
Un borde extremadamente recto marcaba el lugar donde alguien, decididamente ágil y habilidoso, había apoyado su pie para dirigirse hacia el servicio. Alguien que, pese a todo, no podía igualar a mi chica.

Alguien había ido hacia ese lugar, y siendo el que comunicaba con el servicio de la otra habitación, seguro que había pasado por allí.

viernes, septiembre 05, 2014

HOTEL MARLOWE (Capítulo cuatro)


4. La habitación 106

La chica entró delante de él. Le había dejado hacer todos los trámites para conseguir la habitación. Se había mantenido en un segundo plano y no paraba de mirar la puerta, esperando ver esa sombra que le iba siguiendo desde hacía varias horas.
Sabía que estaba en la calle, esperando un error por su parte y poder saltar sobre él. Para llevarse su preciosa carga.
— Vamos, cariño, que te veo nervioso… — Le agarró la mano y lo llevó hasta las escalera.
Subieron hasta el primer piso y se detuvieron en el descansillo. De repente, ella se giró y le lanzó un beso en los labios a su acompañante.
— Uhm… Estás un poco tenso, cariño… — Su mano bajó hasta el pantalón y su cara cambió de repente. – Bueno, nervioso, pero dispuesto…
Él tragó saliva y se dejó llevar. Solo estaba allí para poner espacio entre él y su perseguidor. Nada más.
Un ruido le sobresaltó. Alguien más subía por la escalera, haciendo bastante ruido.
— Venga, estate quietecito, traviesillo… — La risa de la chica que subía corriendo por las escaleras delante de una persona que no llegó a ver.— Vamos, corazón, que primero tenemos que llegar a la habitación, cielo…
El hombre no dijo nada, pero cuando llegó a la altura de la pareja, lanzó una mirada intensa hacia él.
Le había encontrado. No lo había visto nunca. Solo había sentido su presencia, pero sabía que estaba frente a esa presencia que le estaba persiguiendo.
Pero, sorprendentemente, no hizo ningún movimiento hacia él. Después de esa intensa mirada, le ignoró totalmente, siguiendo a la muchacha que llevaba el corto pantalón por debajo de lo que era aconsejable para no mostrar nada de sus glúteos.
Las chicas se saludaron con un rápido movimiento de cabeza, y se ignoraron también.
La pareja se dirigió a la habitación 105, abrió la puerta y entró, precipitadamente, entre las risas de la chica y las manos ávidas de carne de su cliente.
— Esta chica no sabe comportarse – Su compañera ocasional no parecía muy amiga de la otra. Él estaba asustado. Debía irse de allí ya mismo. Su integridad corría peligro y la carga que llevaba…
— Ven, conejito, que te voy a enseñar cositas…
Antes de que pudiera reaccionar, la muchacha le arrastró hasta la habitación 106, mientras sus labios buscaban los suyos y le forzaban, de una manera bastante extraña a seguirla.

Entraron en la habitación, y se permitió un respiro. La chica utilizaba alguna droga en sus labios para tenerlo obnubilado. Ceniza de Sal, seguramente. Un potente psicotrópico que confunde al momento, pero que se diluye enseguida. Quizá por eso su perseguidor estaba confuso. Quizá por eso podría escapar.